Es un escenario común: abrimos TikTok, Instagram o Facebook con la intención de mirar “solo un ratito”.
Sin embargo, esos cinco minutos se transforman en una, dos o más horas. El tiempo vuela frente a una pantalla diseñada para mantenernos enganchados, con videos que se reproducen automáticamente, notificaciones constantes y contenido adaptado a nuestros gustos. Lo que parece un pasatiempo inofensivo puede convertirse, poco a poco, en un hábito difícil de controlar.
¿Uso saludable o exceso peligroso?
Las redes sociales, en dosis moderadas, pueden aportar beneficios ya que, facilitan la comunicación, acercan a familiares y amigos que están lejos, brindan espacios de entretenimiento e incluso funcionan como herramientas laborales. No obstante, cuando el consumo es excesivo, los especialistas advierten que comienzan a aparecer efectos negativos en la salud mental.
“Todo lo que hacemos debe tener un equilibrio. El abuso de redes sociales no es distinto a cualquier otra adicción: se trata de regular, no de prohibir”, explicó la psicóloga clínica Laura Bogado. Según la profesional, el problema surge cuando el tiempo invertido desplaza actividades esenciales como el descanso, el estudio, el trabajo o la interacción cara a cara.
Un estudio citado por Bogado demostró que las personas que limitan su uso diario a 30 minutos muestran menos síntomas de depresión y ansiedad en comparación con quienes pasan varias horas conectados. Si bien no se puede hablar de una relación de causa directa, la correlación es clara: mayor exposición, mayores riesgos.
Lo que pasa en nuestro cerebro
El poder de las redes sociales radica en cómo interactúan con nuestro sistema nervioso. Cada vez que recibimos un “me gusta”, un comentario positivo o descubrimos un video entretenido, nuestro cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado al placer. Esa pequeña dosis de gratificación inmediata es adictiva y nos impulsa a seguir buscando más.
El problema es que, al repetir este ciclo muchas veces al día, se genera una especie de dependencia. La mente se acostumbra a recibir recompensas rápidas y pierde tolerancia a la espera, lo que puede derivar en frustración, ansiedad e incluso insomnio. “Cuando nos damos cuenta de que no podemos dejar el celular de lado, o sentimos ansiedad al no revisarlo, ya estamos frente a un cuadro de adicción digital”, señaló Bogado.
Ansiedad y desconexión del presente
Otro de los grandes efectos es la ansiedad. Revisar el celular cada pocos minutos nos proyecta al futuro, esperamos un mensaje, un like, una respuesta. Esto nos hace perder de vista lo único que realmente existe: el presente. “Es como vivir adelantados. Cuando llega lo que tanto esperábamos, tampoco logramos disfrutarlo, porque ya estamos pensando en lo siguiente”, explicó la especialista.
Psicólogos y psiquiatras coinciden en que este estado permanente de “alerta” se relaciona con problemas de concentración, irritabilidad y bajo rendimiento académico o laboral. En los adolescentes, además, se asocia a problemas de autoestima y a una percepción distorsionada de la propia imagen corporal.
El lado oscuro: violencia digital y críticas destructivas
El consumo excesivo de redes sociales no solo tiene que ver con el tiempo, sino también con la calidad de la interacción. Una problemática cada vez más frecuente es la facilidad con la que los usuarios emiten juicios sobre los demás, muchas veces de manera cruel e impulsiva.
Comentarios sobre el aspecto físico, críticas a estilos de vida o insultos en publicaciones ajenas se volvieron moneda corriente. “Antes de escribir, debemos pensar: ¿cómo me sentiría si alguien me dijera esto? Falta empatía y sobra violencia en el espacio digital. Necesitamos recuperar valores como el respeto y la tolerancia”, advirtió Bogado.
El ciberacoso, la exposición excesiva de la vida privada y la presión por mostrar “vidas perfectas” son factores que agravan los problemas emocionales. Según la ONG Save the Children, más del 60 % de adolescentes reconoce haber recibido comentarios ofensivos en redes, lo que afecta directamente su salud mental.
Un problema global en crecimiento
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya alertó sobre los efectos de las pantallas en niños y adolescentes, recomendando un máximo de una hora diaria en menores de 5 años y límites claros en la adolescencia. Investigaciones recientes revelan que más del 50 % de los jóvenes siente que las redes sociales impactan en su estado de ánimo y su manera de relacionarse.
En Paraguay, especialistas de la Sociedad de Psiquiatría advierten un aumento de consultas vinculadas al “uso problemático” del celular, que se refleja en síntomas como insomnio, ansiedad, irritabilidad y aislamiento social. El fenómeno, dicen, se aceleró tras la pandemia, cuando las pantallas se volvieron casi el único canal de comunicación.
Cómo recuperar el equilibrio
Los profesionales sugieren medidas sencillas pero efectivas:
• Establecer horarios específicos para usar el celular.
• Evitar el uso de pantallas antes de dormir.
• Realizar actividades offline (ejercicio, lectura, pasatiempos).
• Fomentar la interacción cara a cara.
• En el caso de los adolescentes, supervisar y acompañar el consumo digital.
Si el hábito se vuelve difícil de controlar y aparecen síntomas como ansiedad, irritabilidad o dependencia excesiva, los especialistas recomiendan acudir a consulta profesional.
Fonte: Paraguai.com